El oratorio son dos cubos de piedra, cada uno carece de una cara, engarzados y enfrentados hasta unirse. El espacio interior resultante se abre al exterior a través de tres incisiones que permiten la entrada de la luz del amanecer y visionar desde dentro de la celda el exterior del bosque. Pequeña capilla o “bunker” habitable que se convierte en un espacio mágico.
El pabellón del agua es un cubo de piedra con una pequeña hendidura en la cara norte, a manera de puerta, y un agujero circular en el centro de la cara superior, que permite la entrada del sol, lluvia o nieve y que recoge en un pequeño estanque de planta cuadrada tallado en la propia piedra del suelo.
Debajo del óculo, alrededor del estanque, y adosado a las cuatro caras exteriores del cubo, se disponen un banco perimetral que sólo se interrumpe para permitir la entrada y salida de la caja.
Alrededor del cubo, se disponen cuatro esculturas de formas fantásticas sobre peanas ortogonales, una delante de cada cara. Cada figura tiene un color. Una ninfa sentada sobre una base redonda, en postura de ioga, mirando hacia el cielo. Una figura antropomorfa mitad hombre-mitad animal con calavera, con el cuerpo medio descarnado, escondido y apoyado en las rodillas y codos, mirando hacia el frente. Una extraña mutación sedentaria, mirando hacia un lateral; metamorfosis de mujer con formas orgánicas en descomposición. Una esfinge monstruosa, cuerpo mitad pájaro-mitad león y dos cabezas, una con dos cuernos y otra con uno sólo y la lengua fuera.
La mesa parroquial de 33 m de longitud y 3,50 m de ancho forma una gran mesa de piedra de forma sensiblemente elíptica, rodeada por un banco hecho también de la misma piedra y bien acomodada para juntas vecinales.
(Texto: Alicia Fernández Dapena)